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EXABRUPTO #20: EL ACOSO EN CIENCIA, RECURRENTE

Posted in Exabruptos with tags , , , , , , , on 12 agosto, 2014 by teseos30

Les presento la traducción que hice del artículo «Harassment in Science, Replicated», de Christie Aschwanden, aparecido en el New York Times el 12 de agosto de 2014.

Es interesante, pues nos muestra que el ámbito científico nunca estará exento, ni en su práctica cotidiana, ni en la aplicación de sus resultados en el mediano y largo plazo, de una dimensión ética. Aunque muchos difusores de la ciencia se empeñen en mostrar ese ámbito como un círculo impoluto compuesto por gente entregada casi monásticamente y por completo al conocimiento, lo cierto es que los científicos son humanos, y esa humanidad termina por colarse hasta donde ellos no quisieran.

Lean y opinen al respecto:

 

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Imágen de Katherine Streeter, aparecida en el New York Times, el 12 de agosto de 2014

EL ACOSO EN CIENCIA, RECURRENTE

 

Cuando  era estudiante de licenciatura en biología, durante un verano pasé varias semanas en Costa Rica junto con un estudiante de postgrado, en un proyecto de investigación a desarrollarse en las profundidades del bosque nuboso. Sólo éramos nosotros dos, y al llegar a nuestro sitio, descubrí que él había solicitado sólo una habitación para ambos, la cual contaba solamente con una cama individual.

Avergonzada, pero temerosa de ser etiquetada como mojigata o difícil, no hice ningún aspaviento. Al día siguiente abordé al hospedero y le solicité una cama para mí. El asunto terminó allí, y mi jefe estudiante  no hizo más intentos por acercárseme.

Reflexionando, estoy sorprendida por lo mal preparada que estaba para hacer frente a una situación como esa, teniendo en cuenta, sobre todo, que en ese entonces  tenía 19 años. Mi universidad, obviamente, tenía una política con respecto al acoso, pero los recursos que pudiesen haberme servido estaban a  miles de kilómetros de distancia. Estaba sola en un país extranjero y nunca había recibido ningún tipo de formación sobre el ejercicio de mis derechos ni sobre los recursos de los que podía echar mano si me encontraba realizando trabajo de campo.

Me había olvidado de esta experiencia, sucedida hace dos décadas, hasta que leí un informe publicado el 16 de julio en la revista PLOS ONE (publicación que se presenta como una fuente inclusiva, revisada por pares, de acceso abierto, dependiente de la PLOS, Librería Pública de Ciencia, por sus siglas en inglés). En ella, Kathryn Clancy, antropóloga de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y tres colegas suyas invitaron a varios científicos, por medio de correo electrónico y las redes sociales,  a llenar un cuestionario en línea sobre sus experiencias con el acoso y el asedio sexual en los sitios de trabajo de campo. Rcibieron 666 respuestas, tres cuartas partes de ellas por parte de mujeres  pertenecientes a 32 disciplinas científicas, incluyendo antropología, arqueología, biología y geología.

Casi dos tercios de los encuestados dijeron que habían sido objeto de acoso sexual en el campo. Más del 20 por ciento reportó haber sido asediado sexualmente. Los estudiantes o investigadores postdoctorales, y las mujeres eran más propensos a  declararse víctimas de sus superiores. Muy pocos de los encuestados dijeron que su área tuviese un código de conducta o una política contra el acoso sexual, y de los 78 que se habían atrevido a denunciar los hechos, menos del 20 por ciento se mostraron satisfechos con el resultado del proceso y las pesquisas.

Los hallazgos son deprimentemente similares a los datos que algunos colegas y yo recabamos este año a partir de un cuestionario online enviado a los escritores científicos. Recibimos respuestas de 502 escritores, en su mayoría mujeres, y presentamos nuestros resultados en el MIT en junio durante el encuentro Soluciones Summit 2014: Women in Science Writing, en una conferencia financiada por la Asociación Nacional de Escritores Científicos.

Más de la mitad de las mujeres encuestadas dijeron que no fueron tomadas en serio debido a su género, una de cada tres había experimentado un retraso deliberado en su promoción profesional, y casi la mitad dijeron que no habían recibido crédito por sus ideas. Casi la mitad, asimismo, dijo que  habían sido objeto de piropos o comentarios con connotación sexual, y una de cada cinco, que habían padecido contacto físico no solicitado.

Dado su carácter voluntario, no se puede pretender que este informe nos revele la verdadera incidencia de la discriminación sexual y acoso entre los científicos y escritores de ciencia. Aún así, el volumen de respuestas envía un mensaje inequívoco: Cuatro décadas después de que el Title IX (Enmiendas a la ley de Educación de 1972) prohibiera la discriminación por cuestión de sexo en la educación pública y 23 años después de que Anita Hill pusiese el acoso sexual en el centro de atención, el sesgo sexual y el acoso siguen obstaculizando el progreso de las mujeres.

La Dra. Clancy dice que decidió recopilar todos esos datos después de ser abrumada por las respuestas a una publicación en su blog en la revista Scientific American en 2012. Una estudiante, con el pseudónimo «Hazed», relató su vida en el programa de posgrado:

«Mi cuerpo y mi sexualidad eran discutidos abiertamente por mi profesor y los estudiantes varones. Hacían comentarios sobre el gran tamaño de mis pechos, y especulaban sobre mi historia sexual«. Ella señaló que su profesor «a menudo bromeaba diciendo que sólo a las mujeres bonitas se les permitía trabajar para él, lo que me llevó a preguntarme si mi intelecto y habilidades nunca habían tenido alguna relevancia «.

Los comentarios y los correos electrónicos le llovieron. La Dra. Clancy señala que «La historia pronto se convirtió  en dos, y éstas rápidamente en casi un centenar«.

De manera similar, nuestra encuesta de escritores científicos sacó a la luz acusaciones de acoso, las cuales fueron muy publicitadas, contra un prominente editor, quien fuese mentor de muchas escritoras. Esos incidentes las llevaron  a publicar sus historias de discriminación en el ámbito profesional.

En el mundo académico, las acusaciones de acoso o asedio sexual por lo general se manejan internamente, señala la Dra. Clancy, lo cual deriva comúnmente en encubrimientos, especialmente entre los perpetradores que cuentan con la influencias y poder. «He escuchado muchas historias sobre el profesor al que no se le permite estar nunca más en una habitación con X, Y y Z «, señala . A veces, los perpetradores incluso se benefician, librándos de sus labores docentes manteniendo, no obstante, sus puestos de trabajo.

El acoso entre los escritores de ciencia generó un hashtag, #ripplesofdoubt, para describir cómo el acoso socava a las mujeres. Algunas mujeres que habían sido descartadas para ciertos puestos de trabajo se preguntaban si habían sido rechazados por su apariencia y no por su trabajo. Otras temían no  haber alcanzado sus posiciones en base a sus méritos.


De hecho, los datos sugieren ciertos sesgos en las tomas de decisiones de los tutores. En un estudio publicado este año, un equipo de investigadores dirigido por Katherine L. Milkman, de la Universidad de Pennsylvania, enviaron cartas idénticas, de supuestos estudiantes, a más de 6.500 profesores de 259 universidades, en las que solicitan discutir sobre oportunidades de investigación. Los profesores eran más propensos a responder a un correo electrónico de «Brad Anderson» que de los aspirantes ficticios con nombres como «Claire Smith» o «Juan González». Es evidente que tal sesgo perpetúa la discriminación.

«Nuestro mundo es pequeño y nuestros recursos son escasos«, dijo otra de las autoras del informe de PLOS ONE, Julienne Rutherford, antropóloga biológica en la Universidad de Illinois en Chicago. Si las mujeres son disuadidas o excluidas de siquiera un puñado de oportunidades, continuó, la pérdida para la ciencia es enorme.

El año pasado, durante la conferencia anual de la Asociación Nacional de Escritores Científicos, me reuní con cinco importantes escritoras de ciencia para presentar al público los datos que habíamos recabado sobre las disparidades de género  que se presentan desde el empleo de citas textuales en publicaciones, hasta en la asignación de  trabajos de alto nivel, premios y salarios. Asimismo, narramos nuestras  historias personales sobre estos tiempos, en que nuestro género se torna en un obstáculo para el avance de nuestras carreras.

Al terminar, se formaron largas filas de gente de la audiencia que se puso de pie, tomó los micrófonos y compartió sus propias historias. Las mujeres jóvenes dijeron de ser acosadas desde el principio. Periodistas experimentadas recordaron a sus jefes manolargas.

Los hombres asistentes también se levantaron para ofrecer su apoyo. El director de un prominente programa de publicación científica prometió que la próxima vez que alguna de sus alumnas le señale que está siendo acosada, iba a intervenir. (Al parecer, no se le había ocurrido antes.)

No obstante, la mayoría de los hombres ni penan ni se acongojan sobre esta situación, pues tienen un papel dominante en este ámbito. Hace unos años, durante un viaje de estudio en una conferencia de periodismo, tuve una agradablen conversación con uno de los  oradores principales. Cuando nos separamos, él me dijo, delante de otros dos hombres, «Tu marido no debería dejar que salieses de casa

Los dos hombres hicieron caso omiso de este insultante intento de cumplido. Era más fácil para ellos ignorarlo que llamarle la atención a un amigo, y el comportamiento de ambos dio por entendido que estaba bien que se me tratase así.

Si el acoso o la discriminación tienen lugar en un área de trabajo de campo en Costa Rica o en una sala de conferencias, el problema no se resolverá con nuevas leyes archivadas en  sitios web que nadie lee. La responsabilidad de revertir esta situación no debe recaer exclusivamente en las víctimas. Las soluciones requieren un cambio cultural que sólo puede darse desde dentro.

Se requiere que los directores ejecutivos, jefes de departamento, directores de laboratorios, profesores, editores y redactores en jefe tomen una posición firme al respecto y digan: «No bajo mi custodia o mi gestión. No me importa si eres mi amigo o mi colega favorito; nosotros no tratamos a las mujeres de esa manera».

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Christie Aschwanden, escritora científica de Colorado, USA, es colaboradora frecuente de  Science Times.

 

Traducción al castellano de José María Guadalupe Cabrera Hernández